El teletrabajo y el miedo a otro confinamiento impulsan la búsqueda de casas más grandes lejos de los centros urbanos o en áreas rurales. La idea de un confinamiento intermitente y, sobre todo, la implantación del teletrabajo en España que, en muchas empresas ha llegado para quedarse, han dado un empujón a la deslocalización residencial. La crisis del coronavirus ha sido el último empujón que necesitaban estos propietarios para pensar en abandonar la gran ciudad y mudarse a un municipio más pequeño, o incluso a un pueblo, donde poder adquirir una vivienda mejor.
No será de hoy para mañana, pero sin pretenderlo. “El virus ha acelerado un proceso inevitable durante la próxima década en España”, advierte Carles Vergara, profesor del IESE, quien reside a 35 kilómetros de Barcelona gracias a su flexibilidad laboral.
“Hoy, se ha demostrado que son muchas (pero tampoco todas) las ocupaciones que pueden desarrollar sus tareas desde cualquier lugar con una conexión a Internet”, argumenta Mariano Urraco, doctor en Sociología y profesor en la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA). Ahora bien, el sociólogo deja claro que el impulso de la desconcentración urbana en España va a depender de la estabilidad que se tenga en el empleo.
De momento, las búsquedas de fincas rústicas de enero a abril se han incrementado en un 46% en el portal Fotocasa; los chalés un 36% y las casas adosadas un 24%, con un incremento de búsquedas en las provincias limítrofes a Madrid: 100% en el caso de Guadalajara y 240% en Segovia.
Además de espacio y jardín, lo que más importa es el acceso a Internet. Cuanto más lejos, más barato es el coste del metro cuadrado, de momento, porque es más que previsible que el precio de estas casas de las afueras no tarde en subir.
Quizás esto represente un buen empujón para la España vaciada.